
Las metodologías empleadas varían significativamente según la geografía y el tipo de edificación en Argentina. En metrópolis densas como Buenos Aires, la implementación de chimeneas solares y atrios de doble altura se ha consolidado como una táctica eficaz para generar un efecto de chimenea que extrae el aire caliente, mitigando el efecto isla de calor urbano. En regiones con climas más extremos, como Cuyo o el Litoral, la recuperación de patios interiores con vegetación y el diseño de fachadas con elementos de sombreamiento dinámicos no solo gestionan la radiación solar, sino que también dirigen corrientes de aire fresco de manera inteligente hacia el corazón del edificio. La ventilación cruzada, antaño una solución básica, ahora se orquesta mediante modelos computacionales de dinámica de fluidos (CFD) para garantizar su máxima eficiencia incluso en entornos complejos.
El desafío no reside únicamente en la aplicación de estas técnicas, sino en su integración inteligente y predictiva. La tendencia para los próximos años apunta hacia sistemas híbridos que combinan la ventilación natural con tecnologías de monitoreo en tiempo real, ajustando aberturas y flujos en función de la calidad del aire exterior, la temperatura y la ocupación. Proyectos residenciales de alta gama y oficinas AAA en Argentina ya están incorporando sensores de CO2 y compuestos orgánicos volátiles (COVs) que actúan como disparadores para aperturas automatizadas o la asistencia de ventiladores de bajo consumo, garantizando un ambiente óptimo con mínima intervención manual. Este enfoque, lejos de ser un capricho de diseño, se está solidificando como un estándar de la edificación de calidad, dictando las pautas para un mercado que exige no solo construir, sino ‘respirar’ bien.