
La inversión en data centers, estos búnkeres de información, se ha disparado. Ya no se trata únicamente de construir edificaciones robustas; es de diseñar complejas infraestructuras que garantizan un uptime cercano al 100%, seguridad de datos inquebrantable y una eficiencia energética óptima. Cada megavatio consumido y cada metro cuadrado ocupado en estas instalaciones representan una declaración de intenciones: proteger y procesar el activo más valioso de la era moderna, los datos. Actualmente, vemos el florecimiento de instalaciones de hiperescala, con significativas ampliaciones y la modernización de los centros existentes en la Región Metropolitana, y la planificación de nuevos emplazamientos en zonas estratégicas, diseñados para ofrecer una latencia mínima y una redundancia crítica para la continuidad operativa. La incorporación de tecnologías de enfriamiento líquido de alta eficiencia y la integración de fuentes de energía renovable son ya estándares, buscando mitigar el impacto ambiental inherente a su funcionamiento intensivo.
Este ambicioso despliegue de infraestructura digital requiere de una planificación maestra en ingeniería civil, arquitectura y telecomunicaciones. La coordinación sinérgica entre el sector público y el privado es vital para superar desafíos inherentes, tales como la obtención de derechos de paso, la gestión eficiente del espectro radioeléctrico, la seguridad de la infraestructura crítica y la imperativa formación de capital humano especializado. Estamos construyendo una columna vertebral digital que no solo procesa y transmite datos, sino que conecta a los chilenos, impulsa nuestra economía hacia nuevos horizontes y nos posiciona con voz propia en el concierto global. Es una obra pública en su sentido más amplio y fundamental, una que define nuestra infraestructura del siglo XXI, dictando la velocidad a la que Chile podrá innovar, competir y prosperar. Es el cimiento invisible sobre el cual se alzará el Chile del futuro, robusto, resiliente y orgullosamente conectado.