
Este 2025 nos encuentra en un punto álgido de esta transición. Ya no hablamos solo de reemplazar viejas tecnologías por LED; la conversación se profundizó. Ahora el foco está puesto en sistemas integrales de gestión que combinan eficiencia energética, reducción de costos operativos, mejora de la seguridad ciudadana y, por qué no, una contribución palpable a la estética urbana. Para el sector de la Arquitectura y la Construcción, esto significa una redefinición de los proyectos de urbanismo, donde el alumbrado público pasa de ser un ítem más a convertirse en un componente estratégico de la planificación territorial. La “Red de alumbrado público eficiente” es hoy una categoría de obra pública que exige una visión técnica, una planificación exquisita y un entendimiento profundo de las soluciones tecnológicas disponibles, no solo para ahorrar unos pesos, sino para recalibrar la calidad de vida en nuestras ciudades.
En nuestra región y, puntualmente en Argentina, la proyección a corto plazo (digamos, los próximos 24-36 meses) es que esta tendencia se acelere de forma brutal. Muchos municipios, grandes y chicos, ya tienen proyectos en carpeta o en ejecución para migrar sus parques lumínicos. No es moco de pavo: se estima que la inversión promedio por luminaria inteligente ronda los 300-500 dólares, pero el ahorro anual por punto de luz puede oscilar entre los 50 y 100 dólares solo en energía, sin contar los costos de mantenimiento reducidos. El desafío está en la financiación, la capacitación técnica del personal municipal y la estandarización de las soluciones. Veremos una fuerte demanda de profesionales con conocimientos en integración de sistemas, telecomunicaciones y eficiencia energética. Ojo al piojo con esto: la conectividad y la capacidad de análisis de datos serán tan importantes como la luminaria misma. En definitiva, el futuro cercano del alumbrado público no es solo más brillante, es más astuto, más conectado y fundamental para las urbes que miran hacia adelante.