
Históricamente, la minería, madre primigenia de la excavación subterránea, legó métodos robustos pero energéticamente intensivos. Las técnicas de perforación y voladura, o los métodos de ‘cut and cover’ en entornos urbanos, si bien efectivos, implicaban una considerable alteración del entorno, un alto consumo de recursos materiales y energéticos para la extracción y transporte de escombros, y una huella acústica y vibratoria significativa. La ventilación de grandes volúmenes de aire en frentes de obra, el bombeo constante de agua subterránea y el transporte masivo de materiales, representaban ya entonces importantes demandas energéticas no siempre optimizadas.
La verdadera transformación, observada con mayor agudeza en el ámbito regional y global, reside en la consolidación de sistemas de excavación más sofisticados. Las tuneladoras de escudo completo (TBM – Tunnel Boring Machine) son el epítome de esta evolución. Su capacidad para excavar y revestir simultáneamente, minimizando la intervención en superficie y gestionando los desechos de forma más controlada, marcó un antes y un después. Pero más allá de la mecánica pura, el cambio fundamental radica en la concepción energética de todo el ciclo de vida del proyecto. La selección de maquinaria, la planificación logística de materiales, el diseño de los sistemas de ventilación y el manejo del agua, son ahora factores primordiales que se evalúan desde una perspectiva de balance energético total. Esta perspectiva pragmática no solo busca la funcionalidad de la infraestructura, sino su viabilidad a largo plazo en un contexto de recursos limitados.
Asimismo, los sistemas de ventilación, históricamente grandes consumidores de energía en túneles largos o complejos, están siendo rediseñados. Se utilizan modelos CFD (Computational Fluid Dynamics) para predecir patrones de flujo de aire y optimizar la ubicación y potencia de los ventiladores, garantizando la seguridad y calidad del aire con un gasto energético reducido. La iluminación de túneles, tanto en obra como en su fase operativa, migra hacia tecnologías LED de bajo consumo y alta durabilidad, complementadas con sistemas de control inteligente que adaptan la intensidad lumínica a las condiciones externas y al flujo de tráfico, maximizando la eficiencia operativa.
Desde una perspectiva más amplia, la selección de materiales para el revestimiento y la impermeabilización del túnel también juega un rol energético. Materiales de mayor durabilidad y menor necesidad de mantenimiento post-construcción reducen la energía incorporada en futuras reparaciones y la interrupción de servicios. La integración de energías renovables para alimentar la infraestructura de apoyo durante la construcción o incluso para el propio túnel operativo (por ejemplo, mediante la recuperación de calor del subsuelo) empieza a perfilarse como una tendencia en la planificación de proyectos. Esta visión holística, que trasciende la mera perforación para abarcar la eficiencia de los materiales, la inteligencia de los sistemas y la gestión de la energía a lo largo de toda la vida útil del proyecto, es el camino ineludible para el avance de la construcción de túneles urbanos en la región y más allá.