
Para el año 2025, el sector de la construcción en Uruguay observa un patrón claro: la demanda de intervenciones de fondo ha superado la de retoques superficiales. Este fenómeno, impulsado por un parque habitacional con una edad media considerable y la creciente conciencia sobre la eficiencia, exige una perspectiva trascendental. Evaluar una reforma integral de baño o cocina ya no es una cuestión de presupuesto y diseño, sino de una radiografía energética y funcional que sentará las bases para décadas de habitabilidad y valor.
La evaluación técnica previa se erige como el pilar fundamental. En baños, esto implica una revisión exhaustiva del sistema de saneamiento: ¿son tuberías de plomo o hierro galvanizado de décadas atrás las que aún transportan el agua, o ya se ha migrado a termofusión y PVC sanitario con diámetros adecuados para un flujo óptimo y sin riesgo de obstrucciones futuras? La presión de agua, un factor crítico en muchos edificios antiguos de Montevideo, debe ser analizada para la elección de griferías y sistemas de ducha. En la esfera eléctrica, una cocina moderna puede requerir una capacidad de carga que las instalaciones originales jamás concibieron. Hornos eléctricos, anaques de inducción, lavavajillas y sistemas de iluminación avanzados demandan circuitos independientes y una fase eléctrica robusta, ajustada a las normativas vigentes de UTE, a menudo exigiendo una actualización completa del tablero y la puesta a tierra. La eficiencia energética se materializa en la elección de calefones inteligentes, griferías con reductores de caudal y sistemas de ventilación mecánica controlada que aseguren una calidad de aire interior óptima y eviten la condensación sin derroche de energía calórica.
La elección de materiales, lejos de ser puramente estética, debe ponderar su ciclo de vida, resistencia a la humedad y facilidad de mantenimiento. Cerámicas con baja absorción, mesadas de cuarzo o porcelanato de alta resistencia y sistemas de sellado de última generación son inversiones que repercuten directamente en la durabilidad y el rendimiento energético del espacio. En cuanto a la estructura, especialmente en edificios de propiedad horizontal, cualquier modificación de muros portantes o la alteración de la distribución de cargas exige la anuencia de profesionales habilitados y, en muchos casos, permisos municipales específicos, evitando comprometer la integridad del conjunto.
La proyección hacia 2035 indica que las propiedades con reformas que integren criterios de eficiencia energética y calidad técnica verán un incremento substancial en su valor de mercado, no solo por la mejora estética, sino por la reducción de costos operativos y el menor riesgo de futuras intervenciones mayores. Las regulaciones municipales en ciudades como Montevideo y Canelones están evolucionando para incentivar estas prácticas, ofreciendo incluso algunas exenciones o facilidades para proyectos que cumplan con altos estándares de eficiencia. La radiografía sectorial muestra un auge en la especialización: arquitectos y empresas que ofrecen soluciones ‘llave en mano’ con énfasis en la performance energética y la durabilidad están liderando el mercado, consolidando un ecosistema donde la inversión inicial se traduce en una significativa rentabilidad a mediano y largo plazo. Uruguay, con su idiosincrasia de viviendas con fuerte arraigo y valor patrimonial, está en un punto de inflexión donde la profunda comprensión de la infraestructura subyacente de cada reforma dictará el verdadero éxito y la vitalidad energética de sus hogares.