Un análisis técnico sobre las funciones estratégicas y el creciente valor económico del arquitecto de interiores en el entorno edificado de Latinoamérica hacia 2027.
La concepción de un edificio trasciende sus fachadas y estructuras primarias. Hoy, la funcionalidad, el bienestar y la productividad de sus ocupantes se configuran, en gran medida, desde su arquitectura interior. Esta disciplina, a menudo subestimada en su complejidad, se ha consolidado como un componente infraestructural crítico, esencial para la optimización y la resiliencia de cualquier activo inmobiliario. En el Chile de 2025, y con una proyección clara hacia el bienio siguiente, la figura del arquitecto de interiores se posiciona como un catalizador de valor, redefiniendo la interacción entre el ser humano y el entorno construido, y transformando meros espacios en ecosistemas funcionales de alto rendimiento. Estudios recientes de consultoras en desarrollo urbano para Latinoamérica, como el ‘LatAm Real Estate Outlook 2025’, subrayan cómo la inversión en diseño interior estratégico no es un gasto, sino una capitalización a largo plazo, impactando directamente en la eficiencia operativa y en la percepción de marca de las organizaciones. Esta evolución marca un hito: la infraestructura interna ya no es solo estética, sino un cimiento para la competitividad.
Las funciones del arquitecto de interiores se han diversificado y profundizado, abarcando desde la meticulosa planificación espacial para maximizar la circulación y el aprovechamiento de la luz natural, hasta la integración de sistemas tecnológicos avanzados y la selección de materiales que promuevan la salud y la seguridad. Esto incluye la gestión acústica, el control térmico, la ergonomía y la accesibilidad universal, elementos que son la base de un diseño infraestructural interior robusto. Su valor radica en la capacidad de traducir los objetivos estratégicos de una organización —ya sea mejorar la colaboración en oficinas, optimizar la experiencia del cliente en retail, o fomentar la recuperación en centros de salud— en soluciones espaciales tangibles y medibles. Las proyecciones a corto plazo indican un incremento sostenido en la demanda de estos profesionales, especialmente en proyectos de remodelación y adaptación de edificaciones existentes en grandes urbes latinoamericanas. La habilidad para anticipar cambios normativos, incorporar principios de diseño biofílico y asegurar la flexibilidad espacial para futuras expansiones o reconfiguraciones, se ha vuelto indispensable. En esencia, el arquitecto de interiores ya no solo ‘decora’, sino que ‘construye’ la experiencia vital y operativa dentro de las infraestructuras, garantizando su desempeño óptimo y su adaptación a las dinámicas futuras.