Escudos Inteligentes: El Mañana de la Seguridad Antifuego en Edificaciones
En Argentina, esta visión se materializa en la creciente incorporación de sensores multiespectrales y cámaras termográficas con inteligencia artificial que no solo detectan humo o calor, sino que identifican patrones de comportamiento anómalos o la presencia de gases precursores con una precisión sin precedentes. Estos sistemas, a menudo integrados en redes IoT (Internet de las Cosas), permiten una alerta temprana que reduce significativamente los tiempos de respuesta. Paralelamente, la supresión activa se diversifica: los sistemas de niebla de agua (water mist) de alta presión ganan terreno como alternativa eficiente y con menor impacto hídrico a los rociadores tradicionales, especialmente en edificios de gran altura o con bienes de alto valor. Para entornos críticos, la adopción de agentes limpios y la investigación en sistemas de supresión basados en nanotecnología son proyecciones concretas a largo plazo.
La protección pasiva también evoluciona. Los materiales intumescentes de nueva generación ofrecen mayor resistencia al fuego con menor espesor y peso, facilitando su aplicación y optimizando espacios. Vemos el desarrollo de sistemas de compartimentación dinámica y elementos estructurales con capacidad de autoreparación o que modifican sus propiedades ante elevadas temperaturas. La integración de estos sistemas a través de plataformas BIM (Building Information Modeling) y sistemas de gestión de edificios (BMS) permite una planificación holística y una operación coordinada, transformando el edificio en un organismo capaz de protegerse a sí mismo.
A nivel regional, Argentina muestra un interés particular en adaptar estas tecnologías a sus particularidades constructivas y normativas. La colaboración entre el sector público, el privado y centros de investigación como el CONICET y el INTI es crucial para estandarizar e impulsar la adopción de estas soluciones. La proyección a largo plazo es clara: edificios no solo más seguros, sino también más resilientes, con ciclos de vida extendidos y menores costos asociados a siniestros. Esto no es solo una mejora tecnológica, es una reflexión estratégica sobre cómo concebimos y habitamos nuestros espacios, elevando la protección contra incendios de una obligación a un valor intrínseco de la arquitectura del futuro.
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