
¿Dónde se vio más fuerte esta movida? La Región Centro, con Buenos Aires (incluyendo el AMBA), Córdoba y Santa Fe a la cabeza, acaparó casi el 65% de la inversión y los metros cuadrados construidos. Solo en el Gran Buenos Aires, se levantaron o ampliaron más de 150 establecimientos, priorizando la expansión del nivel inicial y la refacción de escuelas primarias históricas. Pero no todo es Central; en la Patagonia, por ejemplo, el foco estuvo en soluciones arquitectónicas que desafían el clima extremo, incorporando diseños bioclimáticos y tecnologías de eficiencia energética en más de 30 nuevas aulas y talleres. En el Norte Grande, la inversión se inclinó hacia la digitalización de aulas y la creación de laboratorios de ciencias y tecnología, buscando achicar la brecha digital.
Este desglose estadístico no es solo un montón de números fríos. Cada metro cuadrado representa un aula más ventilada, un patio de juegos seguro, un laboratorio moderno o una biblioteca que invita a soñar. Se estima que esta infraestructura benefició a más de 750.000 estudiantes directamente, brindándoles un entorno propicio para aprender y desarrollarse.
Mirando hacia adelante, las proyecciones para el período 2025-2030 son optimistas. Se espera un crecimiento anual del 8% en la inversión en infraestructura educativa, con énfasis en tres pilares: espacios flexibles y adaptables a metodologías pedagógicas innovadoras, la integración de tecnología de punta en cada rincón, y la obligatoriedad de certificaciones de eficiencia energética para todas las obras nuevas. El sector de la arquitectura y la construcción tiene acá una ventana de oportunidad increíble. No es solo construir paredes; es co-crear el futuro de la educación argentina, con licitaciones más transparentes y modelos de gestión público-privada que buscan acelerar la entrega de obras de calidad. Es un negocio con impacto social que, sin duda, nos entusiasma en ‘Arquitecturar’.