
Este fenómeno, si bien dinamiza la economía, plantea serios interrogantes desde una perspectiva de gobernanza territorial. Los campus corporativos, diseñados como “ciudades dentro de ciudades” con servicios, comercios e incluso residencias integradas, corren el riesgo de vaciar de capital humano y actividad económica a los centros urbanos tradicionales, ya afectados por la desindustrialización y la gentrificación. Estudios del Instituto de Políticas Urbanas de Buenos Aires revelan un aumento del 30% en los desplazamientos inter-regionales de talento altamente calificado hacia estos polos en la última década, exacerbando la brecha entre áreas dotadas de infraestructura tecnológica de punta y aquellas rezagadas.
La alarma gubernamental radica en la potencial disrupción del ordenamiento territorial. La concentración desmedida de recursos y oportunidades en estos enclaves puede derivar en una segregación socioeconómica acentuada, donde la mano de obra no especializada de las ciudades tradicionales queda marginada. Además, la presión sobre las infraestructuras viales y de servicios públicos en las zonas circundantes a estos polos se vuelve insostenible, mientras que las capacidades de financiación municipal se ven limitadas por regímenes fiscales no adaptados a esta nueva geografía corporativa. Es imperativo que los organismos de planificación territorial de la región desarrollen normativas que promuevan la integración de estos polos al tejido urbano existente, evitando su transformación en fortalezas amuralladas de privilegio y garantizando que el flujo de capital y conocimiento se irradie a toda la metrópolis. La inacción ante esta tendencia no solo comprometerá la cohesión social, sino que también hipotecará la posibilidad de un desarrollo urbano equitativo y resiliente en el futuro cercano.