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Sábado, 25 de octubre 2025
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Hormigón al Desnudo: La Vigencia Brutalista en el Paisaje Urbano Chileno

|Interés General
Más allá de la controversia, un análisis profundo de las bases, ejemplos icónicos nacionales y la revalorización de un estilo que desafió paradigmas en la arquitectura chilena.
Hormigón al Desnudo: La Vigencia Brutalista en el Paisaje Urbano Chileno
En un mundo que a menudo busca la ligereza y la ocultación, ciertas estructuras se alzan con una franqueza desarmante, revelando su esencia material sin artificios. En Chile, el brutalismo, un estilo arquitectónico que emergió con fuerza global en el siglo XX, sigue marcando presencia con su impronta monumental y su inconfundible ‘hormigón visto’. Lejos de ser una reliquia del pasado, observamos en 2025 un renovado interés, casi una urgencia, por comprender y revalorizar estas obras que, con su estética robusta y funcional, redefinieron la escala y la expresión urbana.

Nacido de la necesidad de reconstrucción posguerra y alimentado por ideales de funcionalidad y honestidad material, el brutalismo se caracterizó por su énfasis en la materialidad del hormigón en bruto (béton brut, de ahí su nombre), formas geométricas puras, volúmenes masivos y una articulación clara de las funciones internas en el exterior del edificio. En nuestro país, este movimiento encontró un fértil terreno en las décadas de 1960 y 1970, imbuyendo a numerosos proyectos públicos y educativos de una singular identidad. Estudios recientes de la Pontificia Universidad Católica de Chile, por ejemplo, destacan cómo el estilo fue adoptado no solo por su economía y rapidez constructiva, sino también por su capacidad de simbolizar solidez institucional y modernidad en un período de profundas transformaciones sociales.

Hormigón al Desnudo: La Vigencia Brutalista en el Paisaje Urbano Chileno
Las claves de su perenne vigencia residen en la potente declaración de sus materiales y su capacidad de trascender lo meramente utilitario. La honestidad estructural del hormigón, expuesto en su textura y color natural, comunica una autenticidad radical. El diseño brutalista prioriza la claridad espacial y la legibilidad de su estructura, a menudo revelando pilares, vigas y losas como elementos compositivos primarios. Esta aproximación, que para algunos resultaba imponente o incluso hostil, para otros representa una verdad arquitectónica inquebrantable y una resistencia al paso del tiempo.

Ejemplos emblemáticos en el panorama nacional incluyen la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Sergio Larraín García-Moreno y Mario Pérez de Arce), con su impresionante articulación de volúmenes y luz; el Edificio de la CEPAL (Emilio Duhart), que se alza como una fortaleza modernista; y la Torre de la Contraloría General de la República, un monolito urbano que define su entorno. Estas edificaciones no solo son hitos urbanos, sino también testimonios de una época y objetos de creciente estudio en la disciplina. El contexto actual de ‘arquitecturas resilientes’ y la búsqueda de identidad local, según análisis de la Asociación de Oficinas de Arquitectura (AOA), están propiciando una nueva mirada sobre estas estructuras. La adaptación y reutilización de estos gigantes de hormigón, explorando su potencial para nuevas funciones sin perder su esencia brutalista, se perfila como un desafío y una oportunidad estimulante para la arquitectura chilena del siglo XXI, transformando su pasado robusto en un futuro vibrante.

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