
10/09/2025 l Obra pública
La preocupación se centra en la capacidad de las empresas contratistas para mantener los estándares internacionales de seguridad y durabilidad bajo presión económica y de tiempo. Casos como la reciente refacción de la pista principal del Aeropuerto Internacional de Resistencia, que evidenció microfisuras prematuras a tan solo 18 meses de su inauguración parcial, o las demoras en la ampliación de la Terminal 2 de Ezeiza, que han postergado su finalización en más de un año, son síntomas de un problema más profundo. La exigencia de acelerar los procesos constructivos para satisfacer una demanda creciente (se estima un crecimiento del tráfico aéreo doméstico del 18% para 2026) choca con la necesidad ineludible de aplicar metodologías de control de calidad rigurosas y estudios geotécnicos exhaustivos.
Desde una perspectiva educativa, es imperativo entender que la construcción aeroportuaria no es solo ingeniería civil; implica una integración compleja de sistemas de navegación, gestión de residuos, resiliencia ante eventos climáticos extremos y una planificación urbanística que evite la saturación de servicios. La falta de una planificación integral y una supervisión técnica independiente y robusta, ligada a la fluctuación económica y la discontinuidad política, podría convertir estas inversiones millonarias en pasivos operativos. El riesgo de comprometer la seguridad de las operaciones aéreas, la eficiencia logística y la reputación internacional de la infraestructura argentina, en un lapso tan corto como los próximos cinco años, es una realidad que no podemos ignorar. Es hora de activar protocolos de contingencia y reevaluar la gobernanza de estos proyectos antes de que la bomba de tiempo detone.