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Martes, 7 de octubre 2025
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La digitalización constructiva bajo la lupa

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Una mirada estratégica a cómo el Building Information Modeling redefine la planificación y ejecución, con un enfoque en la eficiencia de recursos y el impacto ambiental.
La digitalización constructiva bajo la lupa
El sector de la construcción, tradicionalmente resistente a ciertos cambios profundos, ha comenzado a integrar de forma irreversible herramientas digitales que prometen transformar sus cimientos. Entre ellas, el Building Information Modeling (BIM) se posiciona como un catalizador principal. Si bien su adopción ha sido celebrada por la optimización de procesos y la mejora en la colaboración, es imperativo realizar un análisis estratégico que evalúe no solo sus virtudes operacionales, sino también su verdadera contribución al desarrollo sustentable de nuestras ciudades y la minimización de la huella ecológica. La transición hacia un modelo constructivo más consciente exige una introspección detallada sobre las herramientas que elegimos impulsar.
La digitalización constructiva bajo la lupa
La promesa intrínseca del BIM radica en su capacidad para unificar toda la información de un proyecto en un modelo tridimensional inteligente, desde la fase conceptual hasta la operación y mantenimiento. Esto se traduce en una mejora sustancial de la coordinación entre disciplinas, permitiendo la detección temprana de interferencias y la optimización de secuencias constructivas. Cualitativamente, hemos observado una disminución notable en los errores de obra y los retrabajos, lo que directamente impacta en la eficiencia de los recursos, un pilar fundamental para el desarrollo sustentable. Por ejemplo, la precisión en los cómputos de materiales que ofrece BIM puede reducir significativamente el desperdicio en obra, un problema endémico en la industria.

Sin embargo, nuestra reflexión estratégica nos lleva a matizar el entusiasmo. Si bien BIM facilita el diseño de edificios más eficientes energéticamente y la simulación de su comportamiento ambiental a lo largo de su ciclo de vida –una ventaja innegable en la lucha contra el cambio climático–, su impacto positivo no es automático ni garantizado. La verdadera sostenibilidad que el BIM puede ofrecer depende críticamente de la intencionalidad de los usuarios y la calidad de los datos introducidos. La capacidad de realizar análisis de ciclo de vida completo (LCA) y seleccionar materiales de bajo impacto ambiental es una funcionalidad potente, pero requiere una cultura organizacional y una inversión en bases de datos ambientales robustas que aún no están plenamente maduras a nivel global. Países como el Reino Unido y los nórdicos han avanzado con mandatos BIM para proyectos públicos, demostrando eficiencia, pero el desafío de integrar métricas de sostenibilidad en cada etapa del modelo sigue siendo una asignatura pendiente en muchas latitudes. La inversión inicial en software, hardware y capacitación, junto con la persistencia de problemas de interoperabilidad entre plataformas, son factores que exigen una planificación cuidadosa para asegurar que la digitalización no genere nuevas brechas o ineficiencias, sino que verdaderamente sirva como un motor para una construcción más responsable y consciente con nuestro entorno.

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