Un análisis descarnado de cómo un movimiento telúrico puede transformar la valorización de activos inmobiliarios en la región, y por qué Argentina, Chile y Uruguay no juegan con las mismas reglas económicas.
Imagina despertarte un día y descubrir que tu inversión más grande, esa que te costó años de esfuerzo, vale un 15% menos. No por una crisis financiera, ni por una burbuja inmobiliaria, sino por un capricho de la Tierra. En el mundo de la arquitectura y la construcción, los sismos no son solo un riesgo para la seguridad; son un terremoto financiero silencioso que impacta directamente el valor de los activos inmobiliarios. Para 2025, y con proyecciones a corto plazo, estudios recientes de organismos del Mercosur están destapando una realidad sorprendente sobre cómo la actividad sísmica, incluso la de baja intensidad, está redefiniendo el costo de poseer y asegurar propiedades en nuestra región.
La cosa es más compleja de lo que parece. Si bien Chile, con su estricta normativa antisísmica, invierte una fortuna en el diseño y materiales de sus estructuras, lo que se traduce en costos iniciales más altos, sus edificios suelen sufrir daños menores post-sismo. Esto, a la larga, preserva el valor del inmueble y mantiene primas de seguro relativamente estables. ¿El truco? La resiliencia estructural se paga, pero rinde frutos. En cambio, en zonas de Argentina o Uruguay con menor tradición sísmica y, consecuentemente, regulaciones menos exigentes –o su aplicación más laxa–, la ecuación cambia drásticamente. Un temblor moderado puede no colapsar un edificio, pero sí generar microfisuras, desplazamientos imperceptibles a simple vista, y daños estructurales latentes que, a la hora de una tasación post-evento o al intentar vender, devalúan la propiedad de forma asombrosa. Estudios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) proyectan que, sin una inversión proactiva en técnicas de construcción sismo-resistente y una actualización urgente de los códigos, el sur de Brasil y las provincias centrales de Argentina podrían ver devaluaciones de hasta el 20% en sus propiedades tras eventos sísmicos moderados en los próximos cinco años, un contraste brutal con el 5-10% de recuperación más rápida observada en las edificaciones chilenas post-sismo. Es decir, lo que se ahorra hoy en costos de construcción, se paga mañana con intereses compuestos en la depreciación. Un golpazo inesperado al bolsillo del propietario y a la estabilidad del mercado inmobiliario regional. ¿Estamos realmente preparados para esa sacudida financiera?