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Luces que engañan: La promesa energética bajo la lupa social

07/09/2025 l Tendencias

Mientras algunos sueñan con la independencia energética, otros pagan el precio de una falsa solución global que agrava las desigualdades.
Luces que engañan: La promesa energética bajo la lupa social


           

Imagina un edificio que respira por sí mismo, que no depende de la red eléctrica, que te promete una factura de cero pesos por energía. Suena a futuro, ¿verdad? Pues en 2025, no es solo un sueño tecnófilo de Silicon Valley o Escandinavia; es una realidad palpable en muchas urbes y, lamentablemente, una peligrosa ilusión para la mayoría. Desde los rascacielos de Singapur hasta los proyectos residenciales ‘eco-friendly’ en Palermo, la narrativa es la misma: independencia energética total. Pero ¿es esta una verdadera democratización del acceso a la energía o una nueva brecha social disfrazada de progreso ambiental? En ‘Arquitecturar’ ponemos el grito en el cielo.

Luces que engañan: La promesa energética bajo la lupa social


           

La verdad es que, mientras nos bombardean con imágenes de fachadas fotovoltaicas y techos verdes, la cruda realidad detrás de estos ‘oasis energéticos’ es mucho más compleja y, diríamos, preocupante. Sí, la tecnología existe: paneles solares cada vez más eficientes, microturbinas eólicas, sistemas geotérmicos y baterías de almacenamiento avanzadas. El problema no es técnico, es económico y, por ende, social.

Hagamos una comparación brutal. Mientras en países como Alemania o Japón, los incentivos estatales y un poder adquisitivo elevado permiten que una parte de la población invierta en estas soluciones, transformando barrios enteros en zonas de ‘energía casi cero’, ¿qué pasa en Argentina, o en buena parte de Latinoamérica y África? Aquí, la inversión inicial para equipar un edificio o incluso una vivienda unifamiliar con un sistema de autosuficiencia energética completo es, sencillamente, una locura para el ciudadano de a pie. Hablamos de miles, a veces cientos de miles de dólares que se trasladan directamente al precio final de la propiedad.

¿El resultado? Tenemos un puñado de edificios ‘inteligentes’ y ‘verdes’ en los barrios más exclusivos de Buenos Aires, Medellín o Ciudad de México, que celebran su ‘independencia’ mientras el resto de la población sigue atada a una red eléctrica obsoleta, vulnerable y con tarifas que no paran de subir. Esta tendencia no está democratizando la energía; la está privatizando y elitizando. Para el 2030, si no se produce un cambio drástico en las políticas públicas y los modelos de financiación, proyectamos que la brecha energética se convertirá en un abismo, creando ciudades divididas entre los ‘energéticamente libres’ y los ‘energéticamente dependientes’, con todos los conflictos sociales que eso puede acarrear. La promesa de un futuro brillante y autosuficiente podría ser, en realidad, el origen de una desigualdad energética sin precedentes, donde la capacidad de encender una luz se convierte en un lujo más.

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