
        
                Las tendencias actuales se inclinan hacia la promoción de la multicentralidad: la creación de subcentros urbanos con identidad propia, que integren usos residenciales, comerciales y de servicios, reduciendo la necesidad de desplazamientos masivos hacia los núcleos históricos. Esto requiere inversiones significativas en infraestructura de movilidad —desde la expansión de redes de transporte público multimodal (trenes de cercanía, sistemas BRT) hasta la mejora de la red vial interconectada—, así como la universalización del acceso a servicios esenciales como saneamiento, agua potable y conectividad de fibra óptica, elementos cruciales para la habitabilidad y el desarrollo económico.
La densificación controlada emerge como una estrategia clave para contrarrestar la dispersión. Mediante la aplicación de instrumentos de gestión de suelo y normativa urbanística que promueven coeficientes de ocupación y utilización del suelo más elevados en corredores específicos y nodos de transporte, se busca consolidar áreas de mayor vitalidad urbana sin replicar la congestión del centro. Paralelamente, la valorización y creación de espacios verdes de calidad —parques periurbanos, corredores ecológicos— se conciben no solo como amenidades, sino como infraestructuras verdes que aportan a la resiliencia climática y a la salud pública.
Proyectando hacia el final de la década, la consolidación de estos modelos dependerá de la capacidad de los gobiernos locales y provinciales para implementar políticas de recuperación de plusvalías urbanísticas, que permitan financiar la infraestructura necesaria a partir del valor generado por las transformaciones urbanas. Asimismo, la integración de tecnologías de ciudades inteligentes —desde sistemas de monitoreo ambiental hasta plataformas de gestión de servicios urbanos basadas en Big Data y SIG— será fundamental para una gestión eficiente y una planificación adaptativa. El desafío reside en trascender la retórica para concretar una urbanización periférica que sea equitativa, funcional y resiliente, garantizando que el crecimiento no profundice las brechas sociales existentes, sino que genere oportunidades para todos los habitantes.