
31/08/2025 l Interés General
Desde una perspectiva estructural, el anclaje del techo es un componente crítico. Sistemas de correas y tensores robustos, así como la fijación adecuada de la cubierta a la estructura principal, son indispensables para evitar el levantamiento y colapso. Las fundaciones deben estar diseñadas para resistir las fuerzas laterales generadas por el viento, mientras que la integridad de muros y columnas debe ser reforzada, especialmente en zonas de alta exposición. El uso de hormigón armado, mampostería reforzada y sistemas de entramado metálico o de madera con conexiones mecánicas sólidas, son prácticas de probada eficacia.
Las aberturas representan puntos vulnerables. Ventanas y puertas, especialmente aquellas expuestas directamente a la dirección predominante del viento, deben ser de alta resistencia al impacto. Marcos reforzados, vidrios laminados o templados y persianas o postigos de seguridad son inversiones clave. Sellados herméticos son cruciales no solo para evitar la entrada de agua, sino también para mantener la presión interna de la vivienda y reducir el riesgo de explosión de techos.
La gestión del entorno es igualmente relevante. Un adecuado diseño paisajístico que incluya la selección de especies arbóreas resistentes o la poda profesional para reducir su resistencia al viento, es fundamental. Asimismo, asegurar o retirar mobiliario exterior, antenas y otros elementos sueltos, minimiza el riesgo de que se conviertan en proyectiles. Sistemas de drenaje eficientes, como canaletas, bajadas y una correcta nivelación del terreno, son esenciales para desviar el agua de la cimentación y evitar inundaciones secundarias.
El avance tecnológico nos acerca a materiales y soluciones cada vez más resilientes: membranas impermeabilizantes de alto rendimiento, revestimientos exteriores con mayor resistencia al impacto y sistemas de cerramiento que integran aislamiento y protección. La consulta con arquitectos y ingenieros especializados es ineludible. Estos profesionales pueden evaluar las condiciones específicas de cada propiedad, proponer soluciones personalizadas –desde refuerzos estructurales hasta la instalación de dispositivos de monitoreo inteligente que alerten sobre condiciones adversas– y garantizar el cumplimiento de normativas como las series CIRSOC en Argentina, que establecen cargas de viento específicas por región. A nivel Mercosur, si bien existen diferencias, la tendencia es hacia una armonización de códigos que promueva la construcción de edificaciones más seguras y uniformes. La inversión en resiliencia no es un gasto, sino una garantía de continuidad y protección del patrimonio familiar ante un futuro climático que demanda nuestra máxima atención y preparación.