
El verdadero cambio comienza a gestarse con la maduración de sistemas constructivos más eficientes y, sobre todo, con la evolución de la gestión edilicia inteligente. Hablamos de ascensores de doble cabina, sistemas de climatización zonificados capaces de atender demandas energéticas distintas para oficinas, residencias o comercios, y plataformas de seguridad y control de acceso que permiten la convivencia de múltiples ecosistemas en un mismo ‘mueble urbano’. La integración de la domótica y la inmótica ha pasado de ser un lujo a una necesidad para que estas estructuras operen con cierta coherencia y eficiencia. Sin estos cerebros digitales, un rascacielos de usos mixtos sería un caos logístico.
En la Argentina, proyectos como el ‘Dique Cero’ en Puerto Norte, Rosario, o las intenciones de desarrollo en el Distrito 22@ de Buenos Aires, nos muestran los primeros pasos firmes. No hablamos solo de poner un supermercado en la planta baja de un edificio de departamentos. La complejidad radica en superponer y entrelazar funciones: pisos residenciales con sus propias amenities, módulos de oficinas con accesos diferenciados y áreas de coworking, espacios culturales o de ocio que atraen al público externo, e incluso pequeños hoteles o aparts. Todo esto, diseñado para funcionar armónicamente sin que un uso interfiera negativamente con el otro. El desafío tecnológico aquí no es solo estructural, sino de circulación vertical y horizontal, de insonorización, de gestión de residuos y, crucialmente, de eficiencia energética para usos tan dispares.
Mirando hacia adelante, las proyecciones indican que esta tendencia solo crecerá. La presión por la densificación urbana en las grandes urbes argentinas, sumada a la búsqueda de soluciones para una mejor calidad de vida –menos viajes, más servicios a mano–, empuja a los desarrolladores a considerar estas ‘ciudades verticales’. Sin embargo, hay que ser cautos. La implementación de estas megaestructuras requiere de una planificación urbana y una infraestructura de servicios (agua, electricidad, transporte público en las cercanías) que no siempre está a la altura. Además, la normativa local aún se está adaptando a la complejidad de estos edificios. ¿Cómo se regulan los distintos coeficientes de uso? ¿Cómo se gestionan las expensas comunitarias con tantos actores distintos? Estas son preguntas que los urbanistas y legisladores de 2025 todavía estamos descifrando. El potencial es innegable, pero su éxito a largo plazo dependerá de una integración tecnológica inteligente y una planificación holística que vaya más allá del mero apilamiento de funciones.