
Desde el portal “Arquitecturar”, hemos realizado un recorrido investigativo para desentrañar los patrones de falla más recurrentes. La base de muchos problemas se gesta en la etapa de **planificación y diseño**, donde la omisión de estudios de suelo adecuados es una constante preocupante, especialmente en la vasta diversidad geológica del país – desde los suelos expansivos del Litoral hasta las particularidades sísmicas del Oeste. Un diseño deficiente, que no contempla correctamente la estructura, las instalaciones o futuras expansiones, o que simplemente ignora normativas locales específicas, se traduce inevitablemente en sobrecostos y patologías a posteriori. Le siguen los errores en la ejecución de **fundaciones**, punto crítico donde fallas en el cálculo o la técnica derivan en asentamientos diferenciales y grietas estructurales, comprometiendo la integridad del edificio desde su génesis. La deficiente ejecución de **impermeabilizaciones** es otro clásico argentino, con humedades ascendentes, filtraciones en cubiertas y terrazas, y problemas en muros enterrados que se convierten en batallas interminables para los habitantes.
Las **instalaciones** —eléctricas, sanitarias, de gas— son otro foco de fallas recurrentes. Ejecuciones precarias o el incumplimiento de las normativas vigentes no solo generan inconvenientes cotidianos, sino que representan serios riesgos para la seguridad de los usuarios. Históricamente, la evolución de las normativas y la tecnología ha expuesto errores del pasado, y al mismo tiempo, ha generado nuevos desafíos de adaptación para el sector. Sin embargo, el panorama emergente de 2025 ofrece soluciones prometedoras.
La proyección hacia el futuro es clara: la mitigación de estos vicios recae en la adopción integral de tecnologías como el Building Information Modeling (BIM), que permite la detección temprana de colisiones y errores de diseño; la implementación de sensores para el monitoreo en tiempo real de materiales y procesos constructivos; una capacitación continua y rigurosa de la mano de obra; la certificación obligatoria de profesionales y empresas; y una fiscalización más estricta por parte de los organismos reguladores. En Argentina, la profesionalización y la transparencia en cada etapa del ciclo de vida de un proyecto son las claves para cimentar un futuro habitacional robusto y sin sorpresas desagradables.