Viviendas Refrescantes: Soluciones para los Veranos Venideros
El aislamiento térmico de la envolvente es otro pilar irrenunciable. Más allá de la normativa térmica actual, las tendencias apuntan al uso de aislantes de nueva generación, como paneles de alto rendimiento o la incorporación de materiales de cambio de fase (PCM) en muros y cubiertas. Estos últimos, con su capacidad de almacenar y liberar calor latente, estabilizan la temperatura interior, atenuando las fluctuaciones diarias. Las cubiertas frías (cool roofs) son un ejemplo concreto y replicable: superficies con índices de reflectancia solar (SRI) superiores a 0.7 pueden reducir la temperatura superficial del techo hasta en 15-20°C en comparación con techos convencionales, disminuyendo la transferencia de calor al interior y contribuyendo a mitigar el efecto isla de calor urbano, particularmente relevante en ciudades densas como Santiago, donde se proyecta un aumento promedio de las temperaturas estivales de 1.5°C a 2.5°C para 2050 según informes del CR2 (Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia).
Aunque el agua es un recurso crítico en Chile, su uso estratégico y eficiente puede complementar la atenuación térmica. Sistemas de nebulización de bajo consumo en patios interiores o la incorporación de cuerpos de agua pasivos y vegetación nativa que requiera poca agua pueden contribuir a microclimas más frescos, siempre bajo un enfoque de máxima eficiencia hídrica y responsabilidad ambiental. Los sistemas de gestión energética (BMS) en 2025 trascienden el control remoto. Sensores de ocupación, CO2 y humedad, junto con algoritmos predictivos que interactúan con pronósticos meteorológicos, ajustan automáticamente elementos como la ventilación, el sombreado y la temperatura, optimizando el confort con el menor consumo. Se estima que la implementación de estas tecnologías podría reducir el consumo energético por climatización en hogares chilenos hasta en un 20-30%, dado que un 15% del consumo energético residencial en verano ya se destina a climatización artificial en el Gran Santiago.
La inversión inicial en estas soluciones puede ser superior a las construcciones convencionales, un factor que debe ser considerado con cautela. No obstante, los ahorros energéticos a largo plazo, la mejora sustancial del confort y la resiliencia frente al cambio climático justifican esta visión prospectiva. Para Chile, con su diversidad climática que va desde el desierto a las zonas australes, la clave reside en una planificación y diseño específicos para cada realidad, apoyados por profesionales de la arquitectura e ingeniería, que permitan una adaptación efectiva y energéticamente inteligente a los veranos venideros.
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