Mientras la silueta urbana argentina continúa su evolución, dos paradigmas constructivos fundamentales compiten por definir el futuro de nuestras edificaciones: la arraigada mampostería tradicional y el ascendente sistema de steel framing. Para los profesionales del sector, la elección entre una y otra metodología trasciende la preferencia personal, convirtiéndose en una decisión estratégica que impacta directamente en la eficiencia, los costos y la viabilidad de los proyectos a corto y mediano plazo. Desde ‘Arquitecturar’, abordamos esta dicotomía con un análisis profundo, basado en estudios recientes y la experiencia consolidada en el mercado regional.
La mampostería tradicional, pilar de la construcción argentina por siglos, se basa en la superposición de piezas (ladrillos cerámicos, bloques de hormigón) unidas con mortero. Sus fortalezas radican en una probada resistencia al fuego, una notable inercia térmica —lo que contribuye a la estabilidad de la temperatura interior con menor consumo energético en ciertas condiciones— y una percepción de solidez y durabilidad culturalmente arraigada. Además, cuenta con una amplia disponibilidad de materiales y mano de obra calificada a nivel regional, lo que a menudo se traduce en costos iniciales competitivos para obras de menor escala. Sin embargo, esta robustez viene acompañada de desafíos significativos: los tiempos de ejecución son inherentemente más prolongados debido a la necesidad de fraguado y secado; el peso estructural demanda fundaciones más robustas y, por ende, más costosas; la gestión de residuos en obra es compleja; y la precisión dimensional es menor, lo que puede requerir ajustes posteriores que impactan en la eficiencia. Según estudios del Instituto de la Construcción Argentina (ICA), si bien la mampostería mantendrá una cuota de mercado preponderante en el segmento residencial unifamiliar tradicional, su crecimiento proyectado se estabiliza frente a la presión de alternativas más ágiles.
Por otro lado, el steel framing, una metodología de construcción en seco que emplea perfiles de acero galvanizado liviano como estructura portante, ha experimentado un crecimiento exponencial en la última década en Argentina, particularmente en el segmento comercial, industrial y en complejos residenciales de mediana y gran escala. Sus atributos clave son la extrema rapidez de montaje, que puede reducir los tiempos de obra hasta en un 60% en comparación con la construcción húmeda, y una alta precisión dimensional, facilitando la coordinación con otras instalaciones. Al ser un sistema de bajo peso, reduce significativamente las exigencias sobre las fundaciones, abaratando este ítem y permitiendo mayor flexibilidad en terrenos complejos. La eficiencia energética es otro punto fuerte, ya que sus cavidades permiten la incorporación de aislaciones térmicas y acústicas de alto rendimiento, superando en muchos casos a la mampostería sin aislamentos adicionales. La generación de residuos es mínima y el material es 100% reciclable, alineándose con las crecientes demandas de sustentabilidad. No obstante, el steel framing presenta desafíos. El costo inicial de los perfiles de acero puede ser más volátil que el de los materiales tradicionales, sujeto a las fluctuaciones del mercado internacional de commodities. Asimismo, requiere de mano de obra con capacitación específica, aunque la oferta de profesionales especializados ha crecido notablemente en la región. La percepción de ‘fragilidad’ o ‘provisoriedad’ por parte de algunos usuarios aún es un obstáculo cultural a superar, pese a su probada resistencia estructural, incluso ante eventos sísmicos.
En la proyección a corto plazo (2025-2027), se estima que el steel framing continuará ganando terreno, impulsado por la necesidad de optimizar plazos, reducir costos operativos en obra y cumplir con estándares de eficiencia energética cada vez más exigentes. La decisión entre una y otra metodología ya no es meramente técnica, sino estratégica y empresarial, ponderando la inversión inicial frente al costo total de propiedad, los plazos de entrega y la funcionalidad a largo plazo. La visión de Arquitectos y Constructores deberá ser integral, evaluando cada proyecto en sus particularidades para determinar cuál de estos dos pilares constructivos ofrece la solución más óptima para el presente y el futuro del desarrollo edilicio argentino.