
Históricamente, la madera y el metal se empleaban de forma disociada, con la madera dominando superficies cálidas y el metal confinado a estructuras portantes o detalles industriales. Sin embargo, la retrospectiva evidencia un punto de inflexión alrededor de 2018-2019, cuando proyectos corporativos y residenciales de alto perfil en Santiago y Valparaíso comenzaron a integrar sistemáticamente perfiles de acero expuestos con revestimientos de madera laminada o maciza. Este cambio no fue meramente estilístico; respondió a una comprensión profunda de cómo la ductilidad inherente del acero podía complementar la capacidad de aislamiento térmico y acústico de la madera, creando sistemas más resilientes y energéticamente eficientes. La preocupación por la huella de carbono y la aceleración de los procesos constructivos también impulsaron la prefabricación de elementos combinados, optimizando los tiempos en obra y reduciendo el desperdicio.
Las proyecciones para 2025-2030 indican una estandarización de los sistemas constructivos híbridos, con un aumento esperado del 15% en su aplicación en edificios de mediana y gran altura, tanto para interiores de oficinas como para viviendas multifamiliares. Se anticipa una mayor integración de tecnologías de la información en el diseño y fabricación de estos componentes, permitiendo una personalización masiva y una gestión más eficiente del ciclo de vida de los materiales. La demanda de mano de obra especializada en la instalación de estas soluciones complejas también experimentará un alza, impulsando la capacitación técnica a nivel nacional. Esta bicomposición no solo modela espacios estéticos, sino que configura ambientes de alto rendimiento, marcando una dirección clara hacia la optimización material y la adaptabilidad funcional en la arquitectura interior chilena.