Cómo la tecnología ha transformado radicalmente la forma en que construimos nuestras ciudades y países, desde los primeros softwares hasta la inteligencia artificial actual.
Quienes aún recuerdan el inconfundible aroma a tinta fresca en un gigantesco plano arquitectónico, sentirán la magnitud del cambio que ha experimentado la construcción pública. Lo que hace apenas unas décadas era un proceso predominantemente manual y analógico, hoy se ha metamorfoseado en una sinfonía digital, donde algoritmos y robótica dictan el ritmo. En Arquitecturar, nos embarcamos en una mirada retrospectiva a nivel internacional para desentrañar cómo esta evolución tecnológica no solo ha optimizado proyectos, sino que ha redefinido el concepto mismo de infraestructura. No hace mucho tiempo, la visualización de un proyecto de infraestructura dependía de maquetas físicas y extensos documentos. Pero el punto de inflexión llegó con la irrupción de metodologías como el Building Information Modeling (BIM). Esta herramienta, que integra toda la información de un proyecto en un modelo 3D inteligente, permitió a equipos multidisciplinarios colaborar en tiempo real, detectando conflictos antes de que se materializaran en la obra. Imagina el impacto en la construcción de hospitales o grandes redes de transporte: la anticipación de problemas de compatibilidad entre instalaciones y estructuras se convirtió en la norma, no la excepción. Países pioneros en Europa y Asia adoptaron BIM de forma progresiva, mostrando el camino hacia una gestión más eficiente y transparente. Esto allanó el terreno para la modularización y la prefabricación, donde componentes enteros de edificios o puentes se construyen en fábricas bajo condiciones controladas, para luego ser ensamblados en el sitio, reduciendo tiempos y mejorando la calidad de manera consistente.
Avanzando en el tiempo, vemos cómo la tecnología ha escalado de la oficina técnica al propio campo de batalla. Los drones, por ejemplo, ya no son solo juguetes; se han convertido en ojos aéreos indispensables para topografía, monitoreo de progreso y detección temprana de anomalías en vastas obras de infraestructura, desde tendidos ferroviarios hasta embalses. La inteligencia artificial (IA), por su parte, está comenzando a desenmarañar la complejidad de la planificación urbana y el mantenimiento predictivo, analizando patrones para optimizar flujos de tráfico o anticipar fallas estructurales en puentes con una precisión asombrosa. Y no olvidemos la impresión 3D a gran escala, que si bien aún en fase experimental para estructuras completas, ya está demostrando su potencial para crear elementos prefabricados complejos o reparaciones rápidas. Desde los primeros softwares de diseño asistido hasta la promesa de materiales autocurativos y sensores integrados que reportan su propio estado, la construcción pública está abrazando un futuro donde la eficiencia, la durabilidad y la adaptabilidad son las nuevas piedras angulares, impulsadas por una curiosidad investigativa incesante por parte de los profesionales del sector.