La lentitud en la adopción tecnológica y la disparidad en la conectividad en proyectos de obra pública globalmente amenazan la estabilidad laboral y el desarrollo de talento clave.
Bajo el asfalto y más allá de las estructuras visibles de la obra pública, se extiende una sombra silenciosa que amenaza con socavar el futuro de nuestros equipos: la desarticulación de la infraestructura digital estatal. Lo que en un inicio se percibía como un mero inconveniente técnico, hoy se revela como una fractura profunda en la gestión del talento y el desarrollo profesional, con repercusiones que resuenan a escala global. Observamos con creciente preocupación que las decisiones tomadas en el pasado respecto a la inversión y actualización de las redes de comunicación y los sistemas digitales en el ámbito público, ahora proyectan un escenario de alta vulnerabilidad para quienes dependen de ellas para su labor diaria. La falta de una estrategia cohesiva para la implementación de redes de alta velocidad y plataformas colaborativas en el sector público ha creado un ecosistema laboral fragmentado. Profesionales con potencial para liderar proyectos de gran envergadura se encuentran estancados, incapaces de aplicar metodologías avanzadas o acceder a la capacitación necesaria debido a sistemas obsoletos o una conectividad deficiente. Esta disonancia genera una fuga de cerebros silenciosa, donde el talento joven y las mentes más experimentadas buscan horizontes donde sus capacidades puedan ser plenamente explotadas, lejos de la frustración de la latencia y la intermitencia.
El panorama retrospectivo nos muestra que la apuesta por soluciones paliativas y la subestimación de la infraestructura digital como pilar fundamental de la productividad y el bienestar laboral han derivado en una crisis incipiente de recursos humanos. La conectividad deficiente no solo ralentiza la ejecución de proyectos; también impide el acceso a información vital, limita la telecolaboración esencial en un mundo post-pandémico y crea una disparidad alarmante entre las capacidades de los profesionales en áreas urbanas versus rurales o menos favorecidas. Esta inequidad digital profundiza la brecha de oportunidades y dificulta la consolidación de equipos multidisciplinarios eficaces. El verdadero costo de esta inacción no se mide solo en presupuestos o plazos incumplidos, sino en el desaprovechamiento del capital humano, la desmotivación profesional y la incapacidad de atraer y retener a los perfiles que la obra pública del mañana demanda. Es un llamado de alerta urgente: sin una inversión sostenida y una visión estratégica para la infraestructura digital estatal, el futuro laboral de miles de profesionales pende de un hilo, impactando directamente en la capacidad de nuestros gobiernos para construir un futuro sólido y conectado.