
La trayectoria de la domótica, desde sus balbuceos en la automatización industrial, transitó un camino fascinante hasta su aplicación en el ámbito residencial y, más recientemente, en la esfera de los grandes edificios corporativos, hoteleros y de uso mixto. Inicialmente, a finales del siglo XX, los sistemas se centraban en la automatización aislada: un control centralizado de la climatización, la iluminación o la seguridad. Eran soluciones pragmáticas, orientadas a la optimización de recursos y la reducción de costos operativos, con una mirada predominantemente técnica y de gestión. En aquella fase embrionaria, la interacción humana era mínima y la personalización, casi inexistente. Sin embargo, el germen de la inteligencia edilicia ya estaba plantado. La visión de una construcción que interactuara con su entorno y sus usuarios comenzaba a perfilarse, trascendiendo la mera funcionalidad para abrazar la eficiencia energética y la seguridad, especialmente en el contexto de las crecientes urbes latinoamericanas que buscaban modernizar su infraestructura. Grandes complejos en ciudades como Santiago, São Paulo o Ciudad de México empezaron a integrar estas soluciones primarias, sentando las bases para lo que hoy es una auténtica revolución en la experiencia del habitar y trabajar.
La relevancia de esta evolución se acentúa en nuestra región. En metrópolis densamente pobladas, donde los desafíos energéticos y de calidad de vida son acuciantes, la domótica avanzada se erige como un pilar fundamental. Observamos en proyectos residenciales de alta gama en Buenos Aires, oficinas premium en Bogotá, o complejos hoteleros en Lima, la integración de plataformas unificadas que permiten a los usuarios personalizar su entorno a través de aplicaciones móviles, desde la gestión de persianas hasta la configuración de escenas lumínicas. Pero el impacto social va más allá de la personalización individual; se extiende a la seguridad predictiva con cámaras inteligentes que identifican patrones inusuales, a la optimización de rutas de evacuación en emergencias, o a la gestión eficiente de residuos mediante contenedores conectados. Estamos asistiendo a un panorama emergente donde la arquitectura, a través de la domótica, no solo busca la funcionalidad o la estética, sino que prioriza la salud, la productividad y el sentido de comunidad, transformando los grandes edificios en verdaderos ecosistemas de bienestar humano y eficiencia inteligente.